En mi camino, los nubarrones cubrían el cielo, oscuros como la misma noche, y en la calle, no había señales de vida, solo en algunos edificios donde se observaban luces encendidas. Mi transporte avanzaba a ritmo lento, hasta que por fin se detuvo, llegando yo a mi destino.
Bajé con los otros, cual si fuéramos ovejas, una detrás de otra; y yo, rumbo a un lugar donde solo el valor movía mis piernas, pues mi mente ya no respondía.
Al llegar, un mar de almas abarrotaba el lugar, cual manada de lobos acechando a su presa; pero de todas ellas, una luz emanada de un cuerpo muy singular: eras tú, tan grandiosa como siempre, esperando a los pies de cual maravillosa obra de arte creada por los dioses esperando ser contemplada por los mortales.
Tú, como una princesa, esperando a aquel caballero que la rescate de su tormento; al llegar a ti, me saludaste como viejos amigos que hace tiempo no se ven o como dos enamorados que han sido separados por la distancia.
Esperando un cordial saludo, me besaste sin aviso alguno, mientras mi corazón le declaraba la guerra a mi razón mientras la susodicha no respondía a las agresiones. De repente y sin esperármelo, una lágrima rodó por tu mejilla ¿que podía hacer yo ante tal reacción?
Lo único que se me ocurrió fue aprisionarte entre mis brazos y nunca mas dejarte ir de mi lado, pero tus palabras desgarraron mi corazón: no debemos hacer esto me decias, aunque en tu interior se dictara lo contrario. Pero que podía hacer o decir, mi mente no sabia en ese momento como responder, así que hice caso a tus palabras, esperando que mas tarde cambiara de parecer...
Caminamos y conversamos de todas nuestras aventuras, mientras que en mi mente, cual si fuera un filme de romance, lo vivido a tu lado volvía a ser recordado mas solo era eso, un recuerdo…
No hay comentarios:
Publicar un comentario