14.10.11

Cien Días Cien Escritos. Día Catorce: Mujer De Humo.

Ahora eres nombrada la mujer de humo, te has ganado el nombre a pulso y así serás conocida a partir de ahora, pero… ¿Por qué? ¿Qué te hace acreedora de ese nombre? Simple, o al menos a mí me lo resulta: en tus ojos encontré la paz, la forma de calmar el ansia que me produce el día a día; en tus labios cuyas comisuras conozco al derecho y al revés, que me llevan a galaxias aun desconocidas para la mayoría del mundo y que aseguro, jamás llegarán a ver; en tu voz dulce y armoniosa, que cuando pronuncia mi nombre adormece mi cerebro y acelera el corazón; por tu aroma, que entra por cada poro de mi piel con suficiente fuerza como para poder olvidarte, y con tal suavidad como para dificultarme el recordarte; en tu mirada profunda y misteriosa, que aniquila toda muestra de dolor en cada instante en que me acompañas; en tu cuerpo, peculiar, como ninguno, perfecto, que cada día me muestra algo nuevo. Pero como todo buen tabaco, tiene que consumirse el momento, y ansío cada día, más y más, el volver a verte, escucharte, sentirte conmigo, ahora eres mi droga, mi necesidad, no me veo un solo día sin ti. ¿Suficientemente claro? Puedo seguir enumerando cada cosa por la cual me vuelves loco y pro al cual llevaría mi vida al límite, pero este cuaderno en el que hoy te escribo, y esta pluma con la que hoy te añoro, no tiene suficientes hojas ni suficiente tinta como para cumplir tal azaña.

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