Mantos infinitos de estrellas se apoderan del cielo cuando apenas los rayos del Sol acaban por esconderse en el horizonte, sientes la melancolía nocturna que te provoca la luz de la Luna y el roce de tus sabanas pide a gritos un cigarro para calmar tus ansias acompañado del licor que hace sentir mas viva el alma; y tu desnudo cuerpo se estremece al sentir el ardiente líquido transitando por tu interior llevando el amor a una fusión de cuerpos con la razón, sin dejarle a esa bestia hambrienta de calor otra salida, solo le queda apoderarse de ti, con ese deseo intenso de sentir en carne viva la locura que provoca su dulce compañía. Y el deseo crece con cada beso, cada caricia, cada gota de sudor que resbala de entre sus pechos, llevando al éxtasis los deseos más oscuros y mejor guardados que un hombre atormentado por la soledad pudiera tener. Tu mirada dirigida al vacio solo pide mas, solo quiere que a través de tu intimidad la lleves al cielo para así poder tocar la mas bella de las estrellas, esa que la Luna cuida con recelo esperando el regreso del ángel que resguarda en su canción, la pasión inmensa que ella espera por algún medio y de cualquier modo llegar a recibir; como Julieta mirando el horizonte aguardando el ultimo beso de su Romeo con mil y un poemas de amor que dejan un millón de cicatrices en su corazón. Sabiendo que no tiene nada mas que un par de brazos desnudos que muy fuerte la van a abrazar, al ver que los tenues rayos aterciopelados del Sol inundan la habitación, ella se marcha y tu mirada perpleja se queda al ver como se contonea mientras se aleja y regresas a esa soledad. Paciente esperas a que llegue la noche de Luna llena para que ese demonio vuelva a apoderarse de tu indefenso cuerpo y traiga consigo aquel majestuoso monumento, de aquella majestuosa dama.
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